sábado, agosto 14, 2010

Diálogo escolar expone la crisis

Canción primaveral

Salen los niños alegres
de la escuela, poniendo en el aire tibio
del abril canciones tiernas.

¡Qué alegría tiene el hondo silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.

Federico García Lorca


Libros/Van Gogh



De una entrevista realizada en una Escuela primaria, extraemos el siguiente diálogo:
La periodista pregunta a una niña de unos 11 años
Por qué te gusta pasar el mayor tiempo del día en esta Escuela
“Porque aquí me gusta lo que estoy aprendiendo, soy atendida, tengo mis amigos y todos me quieren”, responde asomando una sonrisa. Y otro niño –más o menos de la misma edad- a quien también se le pregunta, responde que “si me siento bien por el cariño que me dan, muy a gusto y me gusta estar bastante tiempo en esta Escuela porque quiero ser ingeniero…”

Y luego la periodista pregunta a la maestra
“Por qué estos estudiantes muestran una actitud más libre, abierta, jubilosa. En muchas otras Escuelas que he visitado se observan otros estados de ánimos, un tanto decaídos, y hasta algunos han sufridos desmayos por debilidad o se quedan dormidos sobre el pupitre, y cuando se les pregunta sobre su vida escolar manifiestan la inclinación de hablar de los dificultades que confrontan, y no de ellos mismos, de lo que están aprendiendo… Pero a éstos los veo muy animados ¿Por qué?” ¿A qué se debe la diferencia?




“Porque aquí les enseñamos en forma libre, sin presión ni imposiciones de ninguna naturaleza, pese a los riesgos que corremos…, los alimentamos con comida sana y les damos atención humana y mucho amor, sobre todo amor para que sientan que pertenecen a una familia que vela por ellos y que están aprendiendo a ser hombres de bien, a prepararse para el futuro. Si a todos los niños los alimentáramos como debe ser y se les diera amor, mucho amor, este país no fuera éste que tenemos, sino otro que no tendría niños reprimidos, enfermos, con hambre y sometidos a engaños, adoctrinamientos extraños que distorsionan su personalidad. Un país de niños sanos aptos para el aprendizaje rápidos, que entienden que su tiempo es el de jugar y aprender, y que vea en ellos, en su crecimiento y desarrollo en aprendizaje, la fuente de donde saldrá un país con una mejor vida”.


La vida en el campo/V. Van Gogh

Pero la periodista amplía su interrogante y deseo de conocer más, y le dice: “pero éste es un país que recibe altos ingresos petroleros, según los propios números oficiales van por unos 950.000 millones de dólares en estos últimos 11 años. Y esto es mucho dinero para que existan…”
“Si, pero esta inmensa fortuna no la recibe el país. Esa es una apariencia que engaña”, le ataja la maestra. Y le agrega, “quienes la reciben y la disfrutan son otros…y como una pequeña prueba, ahí están la mayoría de las Escuelas desasistidas física y ambientalmente. Amén, de la peligrosa inseguridad que le rodean. Casi a diario se ven las protestas que se hacen para denunciar la situación frente a una total indiferencia. Y ya nosotros nos cansamos de pedirle al sector oficial que cumpla su obligación de asistencia, y de sus promesas incumplidas. Y nuestra Escuela, está así, como usted la ve, por los propios esfuerzos que realizamos para mantenerla y defenderla de la delincuencia… Y aquí, somos nosotros, la propia comunidad la que se encarga de todo, excepto los sueldos de los maestros.”

La cámara en un paneo toma a los niños y niñas que juegan, y se detiene un poco en el buen ambiente que presenta la Escuela… Se cierra la entrevista.


En este diálogo cinco elementos vitales resaltan:
La enseñanza sin imposición ideológica
La sana alimentación
La denuncia valiente
La libertad
Y el amor

El amor en el que hacen énfasis la niña y la maestra, el amor como condimento o condición necesaria para que la educación se siembre en el niño, y lo convierta en la planta del porvenir, en la fuente primaria de donde pueden -y deben- surgir países fuertes y sanos dispuestos a ganarse el futuro bienestar. Y estos elementos -diríamos brutalmente- contrastan con todo un cuadro de profunda descomposición social, política y moral que vive el país. Y por este mismo contraste adquieren un gigantesco valor, a pesar del pequeño escenario –una Escuela- en donde se dan. Y precisamente es por esto que lo comentamos. Y en ellos vemos el combate de la esperanza.

Mientras esta Escuela y otras poquísimas viven situaciones parecidas en el año escolar que corre, pero con gran incertidumbre ante los próximos, otras, la mayoría de las Escuelas batallan día a día para sobrevivir, en medio de una presión ideológica y doctrinaria partidista, y de gran escasez de recursos. Un gran contingente de niños tiene su futuro amenazado. Y esta grave realidad es una manifestación de la existencia de una honda crisis.

Y esto está ocurriendo en el país petrolero que se llama Venezuela, ventana geográfica de la América del Sur, que da al océano, y con él, al mundo. Y esta situación ocurre en medio de todo un abanico de males políticos, sociales, de salud, educativos y económicos que degradan su sociedad, y todo este conjunto de males –que muestran los distintos indicadores de Organismos nacionales e internacionales- se cierran en el vértice de un régimen dictatorial totalitario, el cual trata por diversas vías –en particular, la electoral, legislativa y jurídica-, medios –entre otros, una gran maquinaria de publicidad- y por medidas políticas-militares de perpetuarse en el poder.

Pero no solo es en Venezuela. Otro tanto ocurre –con sus diferencias en grados y maneras en manifestarse- en muchos países del mundo, en donde la gente vive -en particular, los niños, asediados por el abandono, las enfermedades, la desnutrición, etc.- luchando por la mera subsistencia. Y toda esta precariedad social afecta a la humanidad entera, que ya va por los 6.616 –estimación- millones de habitantes, y cuya tasa demográfica de crecimiento le es una amenaza más en el agravamiento de su situación, y todo este contexto crítico la convierte en un “peso muerto” que le imposibilita alcanzar su bienestar general.


Eternidad/Van Gogh

Y si a esta realidad le sumamos el clima de violencia en que desenvuelve su vida, y el deterioro ambiental que carcome su hábitat terráqueo, se configura un cuadro dramático que caracteriza su vida social. En síntesis, el padecimiento de una “enfermedad” severa que amenaza con hacerse consustancial sino se le aplica el tratamiento “médico” acertado.

Pero como toda enfermedad puede –y debe- ser curada para no permitir su avance y perpetuación. Y puede, junto a medidas materiales, políticas y sociales, lograrse su curación con amor, con mucho amor, como lo dicen la niña y la maestra de la Escuela, y creemos las muchas del mundo. Y también, las ingentes niñas y mujeres que no son ni escolares ni maestras de este mundo y que viven situaciones aún más adversas, absolutas marginales, también lo dirán – y sienten-, quizás con mayor fuerza aún. Y esta coincidencia, este anhelo –que creemos que ya abarca a todo el planeta Tierra- puede convertirse en un punto de partida para liquidar ésta “enfermedad”, y con este acto el inicio de un proceso de sanación.


Campo cultivado/Van Gogh