sábado, junio 27, 2009

SEÑALES HACIA OTRO TIEMPO

La rosa meditativa_Salvador Dalí


Cuando somos humanos hemos de sentir la ausencia de cualquiera persona. Más aún cuando se trata de una persona querida: amiga, familia o aquella que por sus obras, aun cuando se tenga o no contacto personal, se ha ganado la estima. Y cuando ocurre, queda la melancolía rondando, o cierto desajuste emocional o incomodidad interior, o vacío, porque nos negamos admitirlo. O la pregunta rebelde por qué la ausencia. En síntesis, sentimientos que roban el sosiego al espíritu, y el alma no consigue su lugar. En lo interior sentimos que no es justo lo que sucede. Pensamos que es un signo de este tiempo donde la violencia ha fundado su reino: la ruptura de la vida es su hecho natural, sea cuál sea la causa, abierta o encubierta. Y testimonio son las cifras terribles de todos los días, llamémoslo los anónimos, que igual duele. Y también, las dos cercanas, recién ocurridas: la del amigo Orlando Leal, que a pesar de sus afanes por sanar hombres que lo buscaban en procura de un mejor vivir, no pudo el mismo salvarse, ni tampoco la ciencia médica tradicional. Y la de otro amigo, Otilio Galíndez, sorprendido en medio de la noche, pese a su canto y poesía. Poeta cantor de “pueblos tristes”, del amor imposible, y de alegrías para escapar de este tiempo hostil, y de la canción de cuna para que duerma el niño, y la del grito canto de su corazón contra la usurpación de la vida que por 5 siglos lleva Venezuela. ¿Y las pérdidas de Orlando y Otilio pueden semejarse a la de la cifra de todos los días, y a la de ayer, a esta vieja historia trágica? Lo dejamos a la reflexión. Solo sostenemos que en una sociedad donde en verdad viva el hombre para el hombre, no debe ocurrir ¿Y dónde está esa sociedad humana? También lo dejamos a la reflexión.

Y otro aspecto de semejanzas, son las señales que dejan. Todos, cada uno en su oficio, en sus sueños y esperanzas, en sus circunstancias, con sus ganas de amar y vivir -¿entonces, por qué mueren? ¿mueren por sí mismas, porque lo deciden, o las mata la sociedad por claras y/o oscuras causas?-. La misma ruptura, ya es de por sí, una huella-señal, un cómo se vive en este tiempo, y también, un por qué se aspira vivir. Y como señal que no querían morir, convocan a la lucha por otro vivir. Alcanzar otro hombre distinto a este maltrecho de hoy.

Y para esta página tiene alto valor y significación las señales que nos dejan, y que en carrera de relevo vienen sumándose, formando la “bola de nieve” en caída libre por las laderas de la montaña. Y por este significado tomamos la de este grupo de hombres de un ayer con olor a tiempo reciente. Y las recogemos de http://embusteria.blogspot.com, como huella honda de este hombre que vive dando tumbos en esta historia que le es ajena, precisamente para tratar de alcanzar la estatura, la dimensión de un humanohombre, oposición tajante del actual de este tiempo, de este hombre maltrecho. Y señales de ayer, y señales de hoy, y señales que vendrán, hasta que se logre llegar a la meta, y poner punto final a esta carrera de relevo ¿Quiénes la recogen, quiénes las pasan de posta en posta, seguro a la meta final?

Y de esta reflexión derivamos la importancia histórica para una nueva historia del papel del niño, que debería ser formado en un auténtico proceso humano -fundación de la Escuela antítesis de la actual-, que pensamos, es él mismo –o la misma- para la construcción de otra humanidad. O las amenazas que rondan la existencia humana y del planeta tierra serán la cierta alternativa. Es cuestión de decidir. Y dentro de esta cuestión decisiva, un viento fresco y de estímulo a la construcción, no cesa de brotar de estos hombres que dejan sus señales, y nos baña el rostro.




Entre junio y julio
Federico García Lorca, Franz Kafka,
Robert Desnos, Antoine de Saint Exupery,
entre muchos otros,
llegaron y partieron desde sus estaciones vitales
para dejar una misma señal de porvenir

Regresar a ellos, releerlos, rehacer sus periplos
y traerlos hasta este tiempo sombrío
con toda su carga de futuro
es un deber militante para atraer
la vida sobre la muerte,
la belleza que mana del corazón del hombre
por encima de toda falsificación
el tiempo de plenitud por sobre
toda carencia

A eso invitamos desde nuestras
Embusterías



EL PRINCIPITO

Antoine de Saint Exúpery
09 de junio de 1900 – 31 de Julio de 1944

Por azar o coincidencia, Robert Desnos y Antoine de Saint Exúpery nacieron en junio y julio de 1900 y partieron uno en junio de 1945 y el otro en julio de 1944.

Desnos, el poeta, portador de un corazón que odiaba la guerra, se vio envuelto en sus fragores por defender la libertad y ella lo doblegó, cercando su poesía y su humanidad en un campo de concentración del cual no pudo salir.

Saint Exupery, tal vez advirtió o presintió, que en ese lugar donde titilan las estrellas lo aguardaría una morada con un principito y una rosa. Por eso su vuelo de reconocimiento nunca llegó a su destino de tierra, sino que se perdió entre los mares y el viento, en dirección hacia los cielos.

Creemos que ambos están de vuelta, en este tiempo de guerra, escribiendo versos anónimos, haciendo vuelos fugaces, deletreando la ilusión desde el silencio, para contribuir a refundar la vida en este planeta triste.



Las estrellas no significan lo mismo para todas las personas.
Para algunos viajantes son guías.
Para otros no son más que lucecitas.
Para los sabios son problemas.
Para mi hombre de negocios eran oro.
Ninguna de esas estrellas habla.
En cambio tú..., tendrás estrellas como ninguno ha tenido.



¿Qué intentas decirme?


Por las noches tú elevarás la mirada hacia el cielo.
Como yo habitaré y reiré en una de ellas,
será para ti como si rieran todas las estrellas.
Tú poseerás estrellas que saben reír.



Si tan solo el hombre
aprendiera a mirar las estrellas
a escuchar en cada una
el río de risas que titilan
en la noche
si tan solo se detuviera
en el asombro niño
de sus florerías
el planeta estaría poblado
de rosas
de zorros domesticados
de serpientes que regalan
a los transeúntes el secreto
de todos los enigmas
lo esencial se haría visible al corazón
y el principito estaría de regreso
entre nosotros
para dibujar corderos sin bozal

Dicen que antoine se fue a buscarlo
porque la tristeza de esta tierra
le había quebrado la risa
junto a las alas de los aviones
que no saben del vuelo de los pájaros
pero cada noche
los luceros anuncian
a quien habita los espacios
de los cielos
erguido sobre las ramas de las arbolas
que le regalan la vida a las mariposas
que regresarán
antoine y el principito
su rosa y el cordero
a celebrar el nacimiento
del planeta que será por siempre
la casa centelleante del hombre

ms


Puede acceder al texto completo de El Principito a través del siguiente enlace



04 de julio de 1900 – 08 de junio de 1945
Nacido en París y muerto en el campo de concentración de Terezin, en Checoslovaquia





Erase una hoja, con sus lineas
Linea de la vida
Linea de la suerte
Linea del corazón
Erase una rama justo al borde de la hoja
Linea salvaje, símbolo de vida
Símbolo de suerte
Símbolo del corazón
Erase un árbol justo al borde de la rama
Un árbol digno de vida
Digno de suerte
Digno de corazón
Corazón grabado, perforado, reperforado
Un árbol que nadie ha visto jamas
Eranse raíces justo al borde del árbol
Raíces viñas de vida
Viñas de suerte
Viñas del corazón
Al borde de las raíces estaba la tierra
Solamente la tierra
La tierra redonda
Solamente la tierra a través del cielo
La tierra.

Robert Desnos


A Robert Desnos

Desde la inclemencia
de una noche eternizada
en milenios de espejos
destrozados
irguiéndote como raíz
de la vida
al borde justo de un árbol
que se enhebra en la tierra
sobre los erizos del odio
el poema inédito que quedó
grabado en tu pecho
cada día estalla en versos solares
para recordarle al mundo
que el corazón del hombre
se alimenta de estaciones
y de mares
de días y de noches
y que la guerra es un ejercicio
ajeno a su existencia
distante a su vivir
que el salitre sirve para endulzar
las olas y nunca para aceitar
los engranajes de las armas letales
que las campanas tienen sabor
a campiña cuando convocan
al festejo de las cosechas
y que el concierto de latidos
asaltará siempre los acantilados
para devolverle sus pupilas de agua
a los pelícanos
mientras
este corazón que como el tuyo
odia la guerra
y ama las estaciones
y las mareas y los pájaros
y las arbolas de brazos extendidos
no cesará de batallar desde su ternura
hasta acallar por siempre
las cóleras desafiantes
de los guerreros y asesinos
de todos los tiempos

mery sananes
Este corazón que odió la guerra,
hoy anhela el combate y la batalla.
Este corazón que sólo latió al ritmo de mareas y estaciones
de las horas del día y de la noche,
se inflama ahora y manda a sus venas
una sangre palpitante de salitre y de odio.
Tanto ruido lleva al cerebro que los oídos silban,
Y no es posible que ese ruido no invada la ciudad y aún los campos
Como el sonido de una campana llamando a la rebelión y al combate.

Escuchad cómo vuelve en la repetición del eco.
Pero no. Es el ruido de otros corazones.
Es el ruido de millones de otros corazones que laten como el mío en toda Francia.
Todos esos corazones palpitan al unísono con la misma mística.
Su ruido es el del mar al asalto de los acantilados
Y toda esta sangre lleva a millones de cerebros la misma consigna :
¡Todos contra Hitler y muerte a sus secuaces!
Sin embargo este corazón odiaba la guerra y palpitaba al compás de las estaciones,
Pero una sola palabra : Libertad
despertó las cóleras antiguas.
Y millones de franceses se preparan en la sombra para el alba que le devolverán.
Queridos corazones que harán la guerra y lucharán por la libertad
con la certeza de las estaciones y de los mares
Con la fuerza del día y de la noche.

Robert Desnos




LAS SEIS CUERDAS
La guitarra,
hace llorar a los sueños.
El sollozo de las almas
perdidas,
se escapa por su boca
redonda.
Y como la tarántula
teje una gran estrella
para cazar suspiros,
que flotan en su negro
aljibe de madera.

FEDERICO GARCÍA LORCA



Francesc Tárrega
Recuerdos del Alambra / Interpreta Andrés Segovia







CASIDA DE LA MANO IMPOSIBLE

Yo no quiero más que una mano;
una mano herida, si es posible.
Yo no quiero más que una mano
aunque pase mil noches sin lecho.

Sería un pálido lirio de cal.
Sería una paloma amarrada a mi corazón.
Sería el guardián que en la noche de mi tránsito
prohibiera en absoluto la entrada a la luna.

Yo no quiero más que esa mano
para los diarios aceites y la sábana blanca de mi agonía.
Yo no quiero más que esa mano
para tener un ala de mi muerte.

Lo demás todo pasa.
Rubor sin nombre ya. Astro perpetuo.
Lo demás es lo otro; viento triste,
mientras las hojas huyen en bandadas.

FGL



OTROS ENLACES





Franz
yo sé que tú sigues diciendo
que el morir es parte del
impertinente oficio de esos
dolores que se nos cuelan por
las manos y los espíritus que
se arrinconan hasta en el
centro de la muela del amor
y por eso vuelvo sobre tu
amanecer de gigante
gregoriano que siempre estará
en la ventana de cada uno de los
gestos que marcan tu decisión
de poner tu angustia por encima
de la vida que nunca irá más
allá de las rodillas del descaro
y los amuletos del perdón



abm / 2008
/ a franz kafka






EL DEMIURGO

03 de julio de 1883 / 03 de junio de 1924

Hay hombres que trajinan el dolor hasta convertirlo en la semejanza del dolor que todos llevamos dentro. Así Vallejo hizo de su propio destrozo, un espejo para que nos pudiésemos mirar en él. Sólo que no siempre lo hacemos. Abrimos las páginas y es tan terrible la imagen que nos revela, que preferimos cerrarlas, para no advertir hasta qué punto somos también responsables de su pena, que es la nuestra y que es la trágica pena del mundo. Así recubrimos el espejo, para que no se asome siquiera a perturbar las alegrías que nos hemos fabricado.

ES NUESTRO EL ABSURDO

Así hay hombres que desandan el absurdo de este mundo y lo transforman en testimonio y expediente de esto que llamamos vida. Y también lo ignoramos. ¿Con qué valor habremos de admitir que vivimos una vida sin sentido, que recorremos tan largos e interminables pasillos como los que le tocó al Sr. K desandar tan sólo para saber que no habría de llegar a parte alguna? ¿Cómo nos atreveremos a entender que somos nosotros los hacedores de ese absurdo y que además para sentirnos mejor, atrapados como estamos en sus leyes, lo organizamos, etiquetamos, y hasta lo hacemos ciencia y conocimiento, para luego festejarlo como si fuese ajeno?

En Franz Kafka encontramos nuestro propio diario. El que no escribimos, ocupados como estamos en cosas trascendentes. Sentados ante una taza de café pasamos, como si nada de la franja de Gaza a la ciudad de Bagdad, del video de Bin Laden, a la última alocución del presidente Bush, de las silenciosas masacres diarias a los discursos epopéyicos del GP. Pero lo hacemos de prisa, para poder llegar a lo que realmente nos interesa en el día de hoy: los resultados del fútbol.Para eso estamos encerrados en los muros que nosotros mismos hemos levantado, para que esas cosas banales de la historia no perturben la marcha diaria de nuestras gigantescas transacciones vitales.

TOPOS DE UN ETERNO AGUJERO

Franz Kafka fue un hombre atormentado. No le faltaban razones. Como a nosotros no nos faltan tampoco. Sólo que trascendió su tormenta individual hasta trasmutarla, como un demiurgo, en el tormento de cada uno. Y sin embargo apenas nos limitamos a reseñarlo como el extraño creador de un relato llamado La Metamorfosis, o a seguir los hilos de sus conflictos a través de sus papeles.

Lo que no hacemos es reconocernos en aquel insecto que lleva nuestro nombre grabado en su caparazón. Preferimos ser caza-insectos, jueces o acusados, desandadores de pasillos o fabricadores de prisiones, en un proceso que nunca termina ni acaba, habitantes de un castillo cuyas puertas conducen a sí mismas. Topos de un eterno agujero hecho de olvido.

Por eso somos excelentes entomólogos pero no inventores de vida. Piezas de una obra de ingeniería que no sabemos quién construye ni para qué, pero que nos hace creer, desde el fondo de un túnel, que es nuestro el cielo abierto.

¿Y CÓMO ESPANTAR LA MUERTE?

Hoy Kafka debe servir para releernos. Para replantear nuestros propios absurdos y preguntarnos por qué aceptamos tan mansamente creer que vivimos. Para responder a la gran interrogante de por qué no podemos espantar la muerte que nos ronda, que viaja por las calles, trepa por el aire, se agazapa en el rostro de los niños, se oculta tras los bastidores de los dueños del circo.

Las peripecias kafkianas expresan con fuerza inusitada el enrevesado, interminable y fatigoso camino de nuestra muerte. Sólo que como el personaje, fascinado ante aquella tumba en la cual el artista grababa su nombre, no alcanzamos a entender que es nuestra la sepultura.

Kafka, como Vallejo, son claves para descifrar este tiempo. Y son una herramienta para burlar al carcelero, una lámpara en medio de la noche, un estruendoso estallido de silencio entre tanto ruido. Y sin embargo, como tantos otros, no pudieron contribuir con sus visiones a detener las guerras ni a disminuir tanta saña entre hermanos, tanta escisión entre todos, para que aquel absurdo se redujera, para que comenzara a fluir un hilo de vida entre los escombros de nuestra propia humanidad destrozada.

Hoy seguimos impasibles observando como los muros se estrechan contra una humanidad desvalida, que tiene en cada uno de nosotros, un efímero representante de lo futil. Y todavía creemos que somos trascendentes, que nuestro hacer tiene destellos de grandeza, que nuestros pasos convocan futuros.

CLAMAR POR LA VIDA


En estos tiempos de aterradora devastación, local, nacional y planetaria, en el que todo parece andar al revés, en el que no hay concierto alguno sino una dolorosa, trágica y permanente convocatoria a la guerra, a la destrucción, a la masacre de unos contra otros, de otros contra uno, donde la venganza asume el papel de la razón, donde unos pocos, a buen resguardo, manejan a muchos, para que realicen una confrontación y liquiden o sean liquidados en nombre de algo que ni siquiera conocen ni les será dado a conocer, no encontramos mejor manera de conmemorar a ese gran visionario que fue Kafka, sino ésta de clamar por la vida.

Nos negamos y nos negaremos siempre a convertirnos en recipiente de saberes inútiles, en náufragos permanentes entre palabras dispuestas para mentir. Preferimos el silencio que contiene en toda su hondura el torbellino doloroso del futuro.

mery sananes / 2006


Y al lado de estas señales de JUNIO Y JULIO, traemos -nuevamente- otra señal: la del poeta Walt Whitman, una luminosa señal verde, entre Mayo y Abril, también tomada de Embustería



31 DE MAYO DE 1819 / 26 DE ABRIL DE 1892

Whitman sabía que su poesía, sus Hojas, sus signos de advertencia, eran para el futuro, para el porvenir. Que eran su contribución a los tiempos que vendrán y que era el llamado a los hombres para que se incorporaran también a la construcción del nuevo orden. Sabía que de ese nuevo orden surgirían las canciones más vigorosas y entregó sus Hojas en nombre de ellas.

Sabía que prefiguraba un orden para ser instaurado y lo celebró de antemano, porque celebró al hombre que debía levantarlo, y porque celebró el orden interno de cada uno. Y Whitman sabía que aún cuando no fuera para él la alegría de entrar de último en la ciudad conquistada, perduraba la visión profética, la alegría de ser mecido en el bravo torbellino de su tiempo, con la orgullosa conciencia de que fuere cual fueren las nubes, las seducciones o las claudicaciones del corazón fatigado, no había desertado jamás, no había desesperado, jamás había abandonado la fe. (Perspectivas Democráticas, p 77)

Esa conciencia de la batalla que se da en nombre de una alegría que es sólo visión profética de una victoria que no se vivirá; esa entrega total a nombre de los tiempos que vendrán, y el no haber desertado jamás en los tiempos de tinieblas, en los tiempos difíciles en que le tocó vivir, el no haber perdido jamás la fe y haberse aferrado a su canción, que es la canción del hombre a través del tiempo, esa conciencia le otorga al hombre el sitio más alto que puede ocupar.
Es la plenitud que se alcanza no en la realización de nuestra propia plenitud sino en la conciencia de estar salvaguardando la plenitud de los otros.

Es la alegría de los tiempos difíciles, más alta que cualquier otra forma de alegría porque contiene su propia tristeza y sin embargo no claudica no desespera jamás. Es la plenitud de los tiempos de insurrección, más extraordinarios que cualquier otra forma de plenitud, porque es una entrega que se hace a cambio del porvenir para entregárselo puro y limpio a los hombres que vendrán.

Y en ese instante en el cual el hombre es capaz de colocarse en la entrega de sí mismo, la ofrenda más alta, en ese momento es ya el hombre que vendrá. Y es ya el anuncio y la presencia de la plenitud y la libertad, la alegría y el amor del porvenir. Es la plenitud y la libertad del hombre que elige ser combatiente para vencer hasta la muerte porque él se prolonga como la hierba, en los otros hombres, hasta los hombres de los tiempos que vendrán.

Ese es el signo del poeta y esa es su canción. Es hierba y colina, sonido de mar, fruta fresca, la sal de la tierra y es el signo de advertencia, canto de insurrección para fomentar toda rebeldía.

Walt Whitman cumplió su misión. Nos entregó las señales para subvertir y nos anunció el nuevo orden. Es tiempo de transformar el mundo para hacer ese porvenir posible. ¿Cumpliremos nosotros?

mery sananes
Whitman, poeta de los tiempos que vendrán.
Caracas, desorden, 1973.

WALT WHITMAN HABLA SOBRE SUS
HOJAS DE HIERBA

Resultado de siete u ocho etapas y conflictos que se extienden a través de casi treinta años (según me acerco a los setenta, vivo más y más del recuerdo), considero a Hojas de Hierba, terminadas ahora y agotadas sus oportunidades y energías, como mi tarjeta de visita definitiva para las generaciones futuras del Nuevo Mundo, si se me permite decirlo así.

Que no he obtenido la aceptación de mi propia época, y que he echado mano de seductores sueños del porvenir –anticipaciones- (“vive aún la canción, pero Regnard ha muerto”); que, desde el punto de vista mundano y lucrativo, Hojas de Hierba han sido algo peor que un fracaso; que las críticas públicas del libro, y de mí como su autor, muestran marcadamente todavía la cólera y el desdén, sobre todo –“Encuentro una hilera apretada de enemigos de usted en todas partes”. (Carta de W.S.K. Boston, 28 de mayo 1884)-; y que sólo por haberlas publicado he sido objeto de dos o tres ataques especiales del gobierno, bastante graves; todo esto, probablemente, no es más que de lo que yo debía esperar.

Yo pude elegir cuando empecé. No he buscado ni melifluos panegíricos, ni cuantiosas ganancias, ni la aprobación de las escuelas y convencionalismos existentes. Tal como está realizado, o parcialmente realizado, el mejor consuelo de todo este negocio (aparte de un pequeño grupo de los más queridos amigos y defensores que haya tenido jamás un hombre o una causa, sin duda tanto más leales y firmes -¡diminuta falange!- por ser tan pocos) es que, libre y ajeno de toda influencia extraña al espíritu de mi ser, he dicho lo que quería decir, enteramente a mi manera, y he dejado puntualmente constancia de ello. El tiempo decidirá sobre su valor.

Al calcular esta decisión, William O’Connor y el doctor Bucke, son mucho más dogmáticos que yo. Como base de todo lo demás que pueda decirse, yo considero que Hojas de Hierba y su teoría son experimentales., como, en el más profundo sentido, considero que lo es nuestra misma república norteamericana, con su teoría. (Creo que tengo al menos la suficiente filosofía para no absolutamente estar seguro de nada, ni de ningún resultado).

En segundo lugar, el libro es, tomando la palabra en su significado militar, una salida –si para quedar triunfante, y conquistar su campo y objetivos de escape y construcción, no lo sé: habrán de pasar no menos de cien años para que se tenga la respuesta categórica.*

Walt Whitman
“Mirada retrospectiva a los caminos recorridos”, Prefacio a la edición de 1888.
Hojas de Hierba.
Buenos Aires, Ediciones Marymar, 1977, pp. 66-67.