martes, octubre 20, 2009

MANIFIESTO IV

Silla y jarrón de flores, Vincent Van Gogh



















Estos trabajos que abajo publicamos -poema de Henry W. Longfellow, “Otoño I”,"Nueve florerías y una coda" y "A la abuela, 25 años después"-, por contraste nos suscita una imagen: la de un desierto. Un desierto de los muchos que ha sembrado el hombre sobre la tierra, cada vez más calcinado por el duro sol de mediodía que con furia golpea su piel, o por los estiletes del viento frío que durante la noche hasta la madrugada, agujerea su textura. El mismo hombre de hoy es un “desierto”. Y este desierto ve rota su aridez y soledad cuando sobre él, y desde sus entrañas, nace un tallito verde que enarbola al aire como bandera sus hojitas también verde. Y tal milagro ocurre por la magia de la naturaleza en su terco empeño de negar todo tipo de violencia. Una hermosa enseñanza del combate de la alegría y del amor contra el dolor para la resurrección de la verdadera vida.