martes, marzo 01, 2011

Una necesaria reflexión: vivimos en tiempos de llanto y dolor

El hombre mismo
 la semilla siembra
la naturaleza
desde su origen también
y al justo tiempo nace la flor
y tras ella el fruto
y tras él  la bella flora
tras ellos la alegre fauna
arriba el universo
y para todos el pájaro canta
todos ellos con hondas raíces
para vivir siempre
la vida!
y el hombre?

Marc Chagall

El mundo se hunde! Bueno, nos referimos a esto que nos rodea, a esto que llaman mundo. Y lo inverosímil: todos lo vemos, lo tocamos, lo sentimos, nos hundimos con él. Una gigante paradoja: lo que parece inverosímil, increíble, se hace verosímil, cruelmente creíble. La destrucción cobra realidad histórica. Y la gente –la mayoría de la actual humanidad- la rechaza, la denuncia: no quiere vivir en ella, aspira otra realidad. Sin embargo, contra su pensar, una “fuerza” invisible, mítica, parece darle vida propia, la “cosifica”, ante nuestros ojos la corporiza, le da vida independiente, y desde esa aparente independencia teje una red que nos maneja, nos dirige. Y ajena a la voluntad general, se convierte en una especie de entidad sagrada, intocable: de ella a diario hablamos, la estudiamos, escribimos sobre ella, hacemos ciencia sobre ella, pero, no obstante, ante nuestros sentidos la vemos crecer, expandirse, como si lo que hacemos fuera nutriente para que reine, asegure su permanencia. Y hoy pareciera no existir capacidad suficiente para detenerla: esta entidad, cada vez, en el tiempo, adquiere desmesurada dimensión, a imagen y semejanza, de la acción que el actual hombre desarrolla sobre el planeta Tierra. Y esta realidad contradictoria –acción Vs. destrucción-, como si fuera un universo, pero en signo contrario, se expande, amenaza hacerse universal.


¿Quién vencerá? Un singular “reto”: pareciera ser la gran ambición, la enferma obsesión de este hombre. Y lo inverosímil se hace más inverosímil. Lo increíble más increíble, como toda maldad que para existir, y asegurar hacia lo infinito su existencia, debe indetenible, expandirse como mancha voraz. Hoy, no hay punto, nivel de conciencia, ni elemental forma de vida – ni en las que están por aparecer- que no toque esta acción

Pablo Picasso
Y es tan voraz esta acción, este “reto”, esta ambición, esta obsesión, que este hombre pertrechado con su ciencia, ya tiene planes –por cierto, muy adelantados- de mudar su vida a otros astros, planetas, satélites, estrellas: ya está listo para instalarse en el planeta Marte o la Luna o satélite de Júpiter, como sus primeras estaciones, para luego, desde aquí, ir hasta más allá: quiere no solo que su drama termine de tragarse la vida de la Tierra, sino también, a estos otros confines. Y es simple: si esta fatal obsesión, esta moderna tipología de cáncer social, no se detiene, y se le da cura radical hasta hacerla desaparecer, terminará dominándolo todo, “metástasis” total, haciendo cada vez más a la violencia que le es inherente, el demiurgo de toda vida. 

Y entonces, no hubo un Cristo que pretendió “salvar al hombre del pecado”, y él mismo, ser el hombre? No salió el Quijote en su Rocinante a buscar la libertad para entregársela al hombre? Y qué pasó con la “tragedia griega” –y desde muchísimo antes que ella- para que ahora exista como la tragedia moderna? Precisamente, he ahí el “error” histórico: no se trataba de “salvar” al hombre, de buscarle una libertad, sino salvar, liberar al humano de las entrañas de este hombre: parir al humano como la madre pare al niño. Y ciertamente, intentos han habidos, los hay, y seguirán ocurriendo: la gota de agua cayendo sobre la roca. De eso se trata!

Salvador Dalí
Y tómese notas de estos recientes acontecimientos -que desde años vienen sucediéndose-: "Un niño con uniforme escolar se inmoló el jueves" con una bomba "provocando 31 muertos" (Madam, Pakistán) -y esta acción "heroica" se hace a nombre de Dios, que según libros "sagrados": la Biblia, el Corán, el Libro Verde, las Sagrada Escrituras, etc., personifica el amor, la bondad, la misericordia, el perdón- Y en Túnez y Egipto, en rebeldía los jóvenes se insurreccionan para tratar de alcanzar la vida que por milenios le ha sido negada ¿Lo lograrán? En Venezuela, para tratar de alcanzar derechos elementales de vida, también jóvenes se lanzan a huelgas de hambre frente a un régimen inmisericorde que no entiende precisamente lo que es vivir en libertad. Ya, poco antes, un venezolano: Franklin Brito, entregó su vida en una de estas huelgas. Y en este momento, en Libia, a sangre y fuego, se combate por alcanzar la misma vida también negada por un régimen de igual naturaleza, y según convenios suscritos, “hermano” político del régimen de Venezuela. Y ambos regímenes “viven”, se afanan en perpetuarse, liquidando la vida bajo doctrinas de dioses, “pensadores socialistas”, “libertadores” y Mesías: Jehová, Alá, Cristo, Bolívar,  Fidel, Che, Mao. Y ellos mismos, en la Tierra se erigen en dioses, mesías, salvadores, caudillos etc., para aplicar implacable su “justicia”, su “amor”, su “libertad” a través del ejercicio de un poder político perpetuo, no importe la sangre, el sufrir, el llanto, el dolor que haya que derramar.

Aquél niño el actual mundo lo inmoló. Y bajo inverosímiles maneras, generaciones de ellos, este mismo mundo los sigue inmolando ¡cómo detener el “cáncer”! En general, afirmamos que si no basta con ver lo visible, presenciar lo inverosímil en visible, entonces, de lo visible, de este inverosímil que vemos, presenciamos, “vivimos”, habrá que hacer brotar la sustancia invisible, aquello que aún subyace y espera por renacer para la subversión total: el humano ¿cómo hacerlo? Acercarse al niño que aflora a la luz y aún no se ha hecho “hijo” de este mundo, recibir el tesoro virgen que trae -la libertad, la alegría, ternura, su amor, su genético saber- y prolongarlo en vida verdadera. Indagar en el vientre de la madre el pálpito de la vida que habrá de parir como niño. Y éste milagro -¡concepción y nacer!- transubstanciarlo en la vida que debemos vivir como humano, que desde ese niño se debe construir. Invitamos a profundizar, concretizar esta formulación, hasta el momento, general.

Salvador Dalí