lunes, diciembre 02, 2013

El cuento de un fragmento


La pietá de Vincent Van Gogh


Y creemos
que en la vida del hombre
el único mandamiento que
detiene su crucifixión
le espanta la aflicción
llama la alegría
enciende su vivir
es el llanto del niño
luego su risa primera
después toda su alegría



El pintor Vincent Van Gogh nos dice: “encuentra lo bello todo lo que puedas; la mayoría no encuentra nada suficientemente bello”…”Es bueno amar tanto como se pueda, porque ahí radica la verdadera fuerza, y el que mucho ama realiza grandes cosas y se siente capaz, y lo que se ama por amor está bien hecho”. Y estas verdades –con firme convicción creemos que lo son- hace mucho tiempo que las hicimos nuestra, y cada vez con más fuerza, en la misma medida que apuramos el paso de hombre a humano real y verdadero, que aún está por develarse. Es decir, a un hombre, una historia, una sociedad desprovista de todo género de violencia. Y para ello, nuestra acción histórica debe proveerse de una visión, un sentido, un espíritu de arte, arte como esencia de la vida -y vida con visión, sentido de cosmos-, de manera, que nos lleve a conocer, sentir ésta esencia en todo lo que veamos, oímos, tocamos. Y de éste ver, oír, tocar, extraer esta esencia y asimilarla a nuestro interior, y hacerla parte sustantiva en nuestro hacer y sentirla en todo acto de nuestra existencia. Así, lo bello sabremos cómo, para qué, donde encontrarlo, y lo haríamos nuestro. Y así el amar sería un acto de vivir, libre, para que pueda llevar a la felicidad.

Y porque es convicción, pensamos que hay que luchar por develar la verdad -y ésta se encuentra cuando hay amor, cuando se ama- como una guía teórica y práctica del hombre, cualquiera sea el lugar, y encuéntrese donde se encuentre, aún entre los mitos, “revelaciones” y misterios de las religiones, entre los pliegues más íntimos de las túnicas de sus dioses que la ocultan. Y a través de esta lucha, ésta búsqueda, con la convicción en estas verdades, tenemos la firme certeza que llegaremos al momento de esa historia verdadera del “hombre social”, donde él realmente sea el actor activo, el principal protagonista de su propio hacer y devenir en procura de su amor, de su justicia, de su belleza, de su libertad para al fin, alcanzar la felicidad. Y cuando esto ocurra, habrá de desaparecer en la sociedad todo ese historial positivista y de violencia que hoy nos rige. Incluso, el de las religiones. Por ejemplo, en obras como la Biblia y el Corán, que son fuentes de viejísima data en esta labor “historiográfica” hasta el presente, sostenemos que sus dioses –también agregamos los de la mitología greco-romana y la del Oriente- son los primeros grandes “héroes” positivistas, y llevan siglos imponiendo su “omnipotencia” y “omnipresencia” en la vida de los hombres, y aún en los tiempos modernos persisten. Así se afirma en “boca” de sus dioses y profetas ¿cuentos, leyendas o realidad?

Jehová dios/Gran detalle de la creación/Capilla Sixtina/ Migue Ángel

 ahora que otra vez se anuncia otra navidad, con la misma carga de ilusiones de las anteriores, que son parte de las de la actual historia, ajena al verdadero vivir del hombre, tomamos un fragmento de la “santa” Biblia, uno de los célebres donde el dios Jehová anuncia su propósito de limpiar la vida de la Tierra de la “maldad del hombre”. Y  escoge a los hombres que le adoran,  a sus “hombres justos”: a Noé y sus hijos, y los pone a vivir la “odisea” del llamado “diluvio”, para luego, terminado éste, poblar nuevamente a la Tierra con estos “hombres justos” y su descendencia. Y así lo narra éste fragmento ¿cuento, leyenda o realidad?:

Y “dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos –los hombres-; y he aquí que yo los destruiré con la tierra (…) Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, pues destruiré toda carne en que haya espíritu de vida debajo del cielo; todo lo que hay en la tierra morirá. Más establecerá mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo,” y pareja -hembra y macho- de animal.

Y “aquél día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas” (La Biblia, el Génesis), y queda toda la tierra bajo un sepulcro de agua, a decenas de metros. ¿Cuento, leyenda, realidad?

Fragmento del fresco “El diluvio”/ Capilla Sixtina/Miguel Ángel

Y si esto fue real, habrá que admitir que durante esos cuarentas días y noches, en medio de ese diluvio, debió ser  todo un horrible crujir de cuerpos de flora y de fauna, mezclados con largos gemidos de todos los seres vivos que según sus géneros y especies, habitaban la Tierra. Y debió ser desgarrantes los gritos, los lamentos y llantos de los niños, que lentamente se irían apagando entre los borbotones de agua, en medio de los manoteos desesperados para no ahogarse. Y luego, fue todo un amasijo de cuerpos, unos flotando y otros medios hundidos, con el rictus del terror que pronto bajo el sol y la noche esperarían la descomposición orgánica. Y al cuadragésimo día, cayendo una tarde sin sol, otro sepulcro cubrió a esa parte de la tierra: el de un silencio espeso y enrarecido. Y en medio de él, aquella nave naufragando como ave herida, y aquellos hombres dentro de ella sobrecogidos en sí mismo como un preámbulo de una vida futura entre muros.

Y usando el lenguaje de la literatura, digamos que ese espeso silencio era como una gran balanza que a trozos iba pesando la voluntad divina, y encima, un cielo de un sopor gris que ni siquiera la más ligera nube le habitaba, menos aún la más leve onda del aliento de algún ser vivo. Toda vida fue apagada. El silencio era el único “habitante” sobre el sepulcro de agua de esa parte de la tierra. Y el mismo dios debe haberse estremecido ante el denso silencio que era la exacta medida de su obra ¿acaso, no es bondadoso?

Y según otro fragmento bíblico se manda ese castigo porque “se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra” (La Biblia, el Génesis). Y decide que “raerá” todo ser viviente de la faz de la tierra, para castigar la “maldad” de aquellos hombres, conjuntamente con todo ser –vegetal, animal, humano- que con ellos cohabitaba en la tierra. Pero en medio de ese silencio una voz pregunta ¿de quién es la “maldad”? ¿de todos los seres: hombres, niños, flor, árbol, hierba, animal, ave, u otro dios? Y esa “maldad” ¿cómo aparece? ¿por qué aparece? o ¿el hombre es malvado por naturaleza?

Jehová Dios/Detalle la creación/Miguel Ángel

Pero –intentando una síntesis apretada-  ocurre, que según la Biblia, dios Jehová creo al hombre a su “imagen y semejanza”. Y le ordenó “multiplicaos”, fructificaos” y “enseñoreaos” sobre la tierra y todo ser vivo. También admite que en la Tierra había “gran hambre” frente a escasos recursos productivos. Entonces, no es difícil deducir que debió existir una gravísima situación de la  escasez frente al crecimiento de la población, unido al precarísimo nivel de desarrollo del trabajo y productividad, y al carácter de vida gregaria del hombre de esa época. Por otro lado, la riqueza conocida –rebaños de ovejas, ganados, la tierra cultivable, pozos de aguas, los siervos, esclavos, etc.- estaba  apropiada y concentrada  en poquísimas manos –reyes, jefes de tribus y cabezas de familia, como Abraham -el gran protegido de dios Jehová-; Isaac, su hijo, Jacob, Noé y sus hijos, etc. Y esta situación tuvo que haber originado una feroz competencia entre los hombres ante situaciones de tan extrema desigualdad en las  posibilidades de posesión y por las condiciones bastantes deprimidas de vida. Todo un terreno propicio a la violencia generalizada para poder subsistir.
  
Y respecto a la otra acusación, lo “corrompido” de “su camino sobre la tierra”, es bien sabido que unos creían en el dios Jehová, y otros en otros dioses, y constantemente, sus creencias pasaban de un dios a otro. Era un proceso inestable, tránsito del politeísmo al monoteísmo, del régimen familiar matriarcal al patriarcal, en la lucha por la subsistencia. Y Jehová “castiga” a los que no creen en él, porque es “carne” que corrompe “su camino”. Pero a hombres como Abraham, Isaac, Noé, Jacob, descendientes, etc., que son los grandes propietarios de la época, lo juzga “hombres justos” y merecedores de su “protección, amor y bondad”. Esta división ¿no tiene algún parecido con la vida de hoy? ¿Y no podría ser un “embrión”-división de la que ocurre en la vida actual?

Y en un esfuerzo de síntesis y de abstracción de algunos rasgos, junto a un forzado traslado histórico, señalamos que en estas circunstancias de la época, en esencia, está el “embrión” –una hipótesis- de lo que sería y hoy es, la actual vida del hombre, que además sigue con los mismos dioses. Al desnudo, era el reino del más fuerte, que en general siempre ha sido la historia del hombre hasta nuestra época.

Y volviendo al diluvio, y siguiendo en manos de la literatura, agrego que a los “ciento cincuenta días transcurridos”, sola, aquella nave sobreviviente lentamente zozobra y ancla. Y en lo más alto de su mástil, franjas de vientos empezaron a agujerear el manto de silencio, dejando oír bajos y sordos sonidos. Luego, en cuatro tandas de “siete días más”, de la nave echan a volar tres aves a buscar tierra seca. Primero un cuervo, luego dos palomas. Las dos primeras aves, en medio de un aire espeso y húmedo, al no encontrar nada donde pararse tuvieron que regresar. Y la tercera -una paloma-, ya en un cielo de calidez azul con unas cuantas nubes, salió a la misma misión. Y fue en una tarde púrpura cuando la paloma regresa con una ramita de olivo verde ¿entre los hombres cuál estado de ánimo: júbilo o acendrado temor? Y al día siguiente la misma paloma la echan a volar, pero no regresó más ¿se suelta el júbilo o se enseñorea el temor? Y ya el viento es un “habitante” predominante en un cielo despegado. 


Y siguiendo en alas de la literatura, preguntamos ¿Qué habrán sentido aquellos hombres de la nave oyendo aquellas voces-almas desesperadas en medio del cataclismo, y que luego se irían apagando entre ecos de lamentos y crujidos? Después todo cesó, y ni un leve aliento ya se oía ¿y que habrán sentido cuando sienten el “peso” de aquél lúgubre, sofocante y espeso silencio sobre la nave? ¿Y qué habrán sentido, pensado, cuando las aves, obligadas, tuvieron que regresar al arca porque las aguas aún no se habían retirados? ¿Y qué cuándo una regresó con la ramita de olivo? ¿Y qué cuando ya no regresó más? En ese momento ¿el dios jehová le habrá inspirado amor libre o un oscuro temor? ¿Y cómo hubieron de entender, y sobre todo aceptar, aquél mandato de sepultar a seres vivos en una tumba de espesa agua como castigo? ¿Y a Jehová, estos hombres en lo más hondo de sus almas, lo verían, sentían como un dios del amor y la bondad o un dios del temor y del miedo, a quién debían obedecer? 

¿Y esto no recuerda aquél otro mandato divino, cuando a Abraham le ordenan sacrificar a su único hijo, Isaac en holocausto, sólo para saber al final que lo que quería el Señor era conocer si él le temía y le obedecía? La literatura da licencia para estas preguntas. Pero, lo cierto es –en término histórico- que este temor, miedo, obediencia, desde Moisés hasta nuestra época, pasando por las guerras mundiales, locales y regionales, hambrunas, enfermedades, cismas, crisis, etc., siempre han prevalecido, y se convirtieron en agentes hacedor de “historia”. Y todo se hace bajo obediencia, obligado, engaño, etc.,  nunca en libertad, porque se convierten en un eficiente mecanismo de la violencia. En esencia, la llamada historia del hombre ¿ha cambiado? ¿Y el temor, miedo, obediencia que se sembró, por ejemplo, en Abraham, acaso son diferentes a los que hoy “viven” los hombres? En verdad, en lo fundamental, en lo esencial, ¿en qué hemos cambiado? ¿acaso, el hecho de poseer Ciencia es suficiente para una respuesta afirmativa? Desde tiempo seguimos –y la Ciencia es un aliado- con las guerras, matándonos unos a otros, “viviendo” entre divisiones, desigualdades, ignorancia, hambrunas, engaños, etc., y bajo la misma la violencia y fines de los poderes políticos-económicos-sociales  reinantes, y las mismas religiones y sus dioses dominantes.

Según la Biblia, este cuento ocurrió en un tiempo del hombre, a quién en el correr de los siglos se le sembró la maldad, el temor, el miedo, la obediencia, signando su modo de vivir. Y creemos que todas estas preguntas el hombre todavía las guarda en su consciencia, y cultiva la esperanza y disposición de darles respuestas aun cuando disguste al Señor dios por aquello del otro cuento del hombre -Adán- que comió el fruto prohibido -la manzana- de aquél árbol del bien y del mal que la  mujer -Eva- le dió de comer, y a causa de este "hecho", el hombre llega a ser como el mismo dios,  que la misma Biblia reconoce. Y habría que agregar que llegará el momento que todo se hará claro bajo el sol y la luna, porque el hombre ya no será como dios sino el mismo dios ¿y hoy, éste tránsito, acaso no está ocurriendo?

Pecado original/ Fragmento del Génesis/ Capilla Sixtina/ Miguel Ángel

Y una consideración final. Si sabemos, en términos generales, que la conciencia se nutre de la realidad ¿el hombre de hoy tiene una conciencia de la naturaleza real de las cosas, y por tal, su conducta se guía por ésta? O por el contrario ¿tiene una “conciencia” donde aún las creencias religiosas tienen un gran peso, y por tanto son éstas las que influencian su comportamiento? ¿Y qué hay de eso de “conocerse a sí mismo”? ¿acaso, se refiere a conocerse científicamente o a conocerse como un ser, producto de dioses, y como tal, una creatura sujeta a designios? Y de acuerdo a estos contenidos de la conciencia ¿sabe, realmente, distinguir entre el bien y el mal? ¿Hoy, quién pesa más, quién manda: el bien o el mal? ¿El hombre de hoy, es un ser consciente? Entonces, hay que admitir que el mundo de  hoy, es producto de la acción de un hombre con ¿cuál conciencia? Y la navidad forma parte de esa conciencia. Y en contrapartida, es por ello que empiezo citando a Van Gogh.

Y una final reflexión ¿Hasta dónde la actual religiosidad es una imposición que impide la libre manifestación o expresión de los auténticos sentimientos, y por tanto, es un gran obstáculo para la expresión de una real, verdadera y auténtica religiosidad de la condición humana, la cual no puede estar bajo el tutelaje de ningún dios, sino sólo bajo el hombre mismo? Y ésta es una reflexión que aspira ser realizada fuera de todo dogma, solo bajo el cristal, real y verdadero, de la libertad.  Por los momentos, bajo este cristal, nosotros intentamos hacerlo.